viernes, 1 de febrero de 2008

Deseo

Seamos claros. Todos hemos sentido alguna vez ese sentimiento arrebatador que nos hace olvidarnos de quienes somos y centrarnos en lo que queremos, sin que nos importen el resto de las cosas que hay en el mundo. Personalmente, estoy pasando una etapa de deseos, de esas que te hacen actuar de forma un poco irracional, arriesgando todo a cambio de algo que, seguramente, mañana estará muerto.Precisamente por este motivo he decidido hacer una reflexión sobre el deseo.

Ayer escribí "Te odio y deseo con el ardor de mil soles". Lo hice sin pensar (últimamente pienso más bien poco, así que no es raro) y, tras leerlo, pensé en la naturaleza de ese sentimiento tan profundo. Me he expuesto más y he hecho más cosas por deseo que por amor. Pensé en lo que habría llegado a hacer cuando he deseado, si los que están a mi alrededor no me hubieran frenado. No soy una persona propensa a los dramas, pero sí a dejarme llevar por las pasiones turbadoras. Reconozco que la parte del deseo que tiene que ver con la perversión me atrae irrefrenablemente. Llegaría muy lejos por conseguir mis deseos. A veces hasta me asusto a mí misma y, en vez de frenarme, eso me divierte. Disfruto más con el sentimiento de victoria que me produce conseguir lo deseado, que con cualquier otro sentimiento.

Tal vez yo sea un producto de la sociedad consumista en la que vivimos. Me encanta atacar a mis objetivos por todos los flancos hasta conseguirlos. Las pequeñas victorias me provocan subidones de adrenalina. Me entretiene/gusta/divierte más el trabajo para la consecución del deseo que el propio deseo una vez alcanzado. Si lo analizo desde fuera, como si fuese un psicólogo, además de empezar a pensar en pedir ayuda profesional, se me ocurre pensar en los sentimientos de un proceso de compra, en la esencia del lujo, en el consumo desenfrenado en el que vivimos.

Los últimos deseos me han llevado a hacer cosas muy fuertes como dejar una relación de seis años por desear hacerme a mí misma, sentirme libre e independiente. He cambiado radicalmente mi campo de formación por desear pertenecer a otro mundo laboral. Me he pasado un par de meses comiendo hojas de lechuga y curruscos de pan por esos zapatos divinos y carísimos... Mis últimos esfuerzos van dirigidos a convencer y llevarme a todos mis amigos de vacaciones a Buenos Aires por un deseo inconfesable. Para ello, les estoy mintiendo como una bellaca. Se que ellos lo saben y no me importa. Haría lo que fuera por conseguir mis objetivos. Con la consecución de todos ellos (Aunque el último sólo esté en vías de ser conseguido) he experimentado la emoción de un juego de riesgo tan satisfactoria como efimera. Me pregunto si siempre seré alguien que sólo busca la felicidad a corto plazo. Me pregunto si, siendo así, podré hacer feliz alguna vez a alguien o si, en el fondo, todos somos un poco así. Teniendo conversaciones sinceras, me he dado cuenta de que el tema va un poco por esta última opción, pero nadie confiesa si no confiesas antes ¿¿Es que somos todos unos hipócritas??

El deseo, ese sentimiento evocado a morir al poco de nacer es capaz de moverme y descolocarme, capaz de hacerme renegar de mi misma y a la vez de engancharme y atraerme con fuerza, más que la de otro sentimiento. Os dejo un vídeo, de Pedro Guerra. La canción se llama DESEO y expica muy bien ese sentimiento que hemos tenido todos (Sí, tú también, no mires para otro lado)
http://www.youtube.com/watch?v=NiUq3B1V5DA
Por cierto, decidme cómo puedo poner el vídeo en la entrada

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